La muerte de su hijo, el asma de su mujer, un cuadro, un reloj y un gallo de riña que no estaba dispuesto a vender. Esas eran las pobres propiedades del coronel sin nombre de la novela, además de la carta que jamás recibió. | |
Raspando la última cucharadita del fondo de un tarro "hasta cuando se desprendieron las últimas raspaduras del polvo de café revueltas con óxido de lata": así se ve al coronel desde la primera página del libro. | |
Con esta historia de hambre y dignidad, de soledad y resistencia, Gabriel García Márquez construyó la que es, para muchos, la mejor de sus obras. | |
El coronel no tiene quien le escriba fue publicada por Sudamericana y leída prácticamente en todo el mundo. Millones de lectores recuerdan la inapelable decisión de no vender el gallo, la confianza granítica en la victoria del gallo en la riña y la lacónica respuesta que dio a su mujer en la última escena del libro. Un final de antología que merece ser reproducido textualmente: | |
"—Y mientras tanto qué comemos —preguntó, y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía—. Dime, qué comemos. | |
El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder. | |
—Mierda." | |
Así dio a la literatura, además de una obra que no necesitó la verborragia para ser monumental, uno de los finales de novela más inolvidables. | |
A Gabo nunca le fue simpática la etiqueta "realismo mágico". Dijo no haber inventado nada de lo que escribió. Y muchas veces reconoció que las historias de sus abuelos inspiraron sus obras. Quizás al abuelo materno le llegue, póstuma, la carta y el reconocimiento que su personaje esperó tanto. | |
María Copani Publicado en Clarín el 19 de febrero de 2004 |
http://www.imdb.com/media/rm3887436288/tt0132905?slideshow=1
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