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domingo, 13 de mayo de 2012

Caso Echelon, la historia de una vieja historia

INFORMATICA

El superhacker del espionaje

El Parlamento europeo denunció la existencia de un sistema de vigilancia sobre las comunicaciones. Y pide explicaciones a cinco países, entre ellos Gran Bretaña y EE.UU., a los que implica en el hasta aquí secreto programa Echelon.

MARIA COPANI. De la Redacción de Clarín
El hermano mayor, les grandes oreilles américaines, the big brother, il grande fratello. Con diversos apodos dio la vuelta al planeta lo que en un principio pareció una trama que conjugaba ciencia ficción, política y espionaje. Al parecer, el Big Brother realmente existe y nos espía a todos. E incluso actuaría como un superhacker... con rango gubernamental.
El fantasma que recorre el mundo tiene un nombre: Echelon. Y cinco apellidos: los de las agencias secretas de cinco naciones: Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Habría nacido en tiempos de la Guerra Fría como parte del acuerdo de seguridad entre el Reino Unido y los Estados Unidos llamado UKUSA. Y fue durante muchos años motivo de hipótesis paranoicas y teorías conspirativas.
La existencia de una gran red anglosajona de espionaje de las comunicaciones es actualmente un hecho para una fuente insospechable: el Parlamento europeo, que la nombra con todas las letras y pide explicaciones sobre sus alcances.
La función de Echelon sería interceptar todo tipo de comunicaciones: e-mail, teléfono, fax, telex, datos que circulan en Internet. Esto luego sería sometido a un proceso de análisis y decantación mediante el uso de diccionarios-robot cargados con palabras claves.
Según ha publicado en su momento el diario italiano La Repubblica (uno de los más activos en el seguimiento del caso) los padres de Echelon son: En Gran Bretaña: Government Communicacions Head Quarters; en Canadá: Communications Security Establishment; en Australia: Defense Signals Directorate; en los Estados Unidos, la secretísima NSA (National Security Agency), mucho más misteriosa que la mismísima CIA y líder del proyecto. Hay un quinto padre de la criatura: el GCSB (Government Communications Security Bureau), la agencia de inteligencia de Nueva Zelanda, de donde surgió la primera pista fuerte.
Para su libro Secret Power: New Zealands Role in the International Spy Network, Nicky Hager habría entrevistado a más de 50 ex agentes de inteligencia de aquel país. Y el fantasma Echelon empezó a tomar forma. Pero por mucho tiempo no hubo pruebas contundentes. Se decía: hasta ahora sólo podemos decir que Echelon existe porque lo dijo Hager. Después también lo dijo Reuters. Y la noticia recorrió los diarios del mundo. Los europeos pusieron el grito en el cielo. Según los indicios, eran las víctimas privilegiadas de un sistema de vigilancia global, en la cual toda comunicación habría dejado de ser privada. La palabra más autorizada habría de surgir del Parlamento europeo. Una de sus divisiones, el STOA (Scientific and Technological Options Assessment) sigue de cerca la pista de la red anglosajona de espionaje electrónico.
En 1998 el STOA presentó un informe con el título Evaluación de las tecnologías de control político. Las nuevas tecnologías de vigilancia son usadas para controlar la actividad de disidentes, activistas de los derechos humanos, periodistas, líderes estudiantiles, minorías, líderes sindicales y opositores políticos, denunció el informe STOA.
La resolución votada el 16 de setiembre de 1998 lo menciona explícitamente: (el Parlamento europeo) considera que la creciente importancia de Internet y de las telecomunicaciones en general, y del sistema Echelon en particular, y los riesgos relacionados con su abuso requieren medidas precautorias por cuanto concierne a las informaciones económicas, así como una eficaz encriptación. El texto es categórico y sorprende la imagen sugerida: la red global de vigilancia tiene cara de superpirata informático. Ni más ni menos. Sin embargo su existencia no había sido jamás admitida por los gobiernos involucrados. Y tampoco desmentida. Justamente, la prueba más consistente era sólo esa: la no desmentida frente a una acusación tan grave.
Nuevos sucesos reavivaron el caso. Apenas se habían extinguido los fuegos artificiales por el nuevo milenio cuando otra bomba estalló. El 26 de enero salió a la luz lo que podría ser la primera prueba oficial. Un documento de la National Security Agency citaba los términos proyecto Echelon refiriéndose a una instalación de inteligencia naval, según el descubrimiento de Jeffrey Richelson (investigador del National Security Archive, una asociación independiente nacida en la George Washington University). Según Richelson, ésta sería una confirmación de fuente gubernamental del programa Echelon. No obstante, Richelson abre un gran paraguas diciendo que se trata de un proyecto mucho más limitado de lo que se había advertido y que la NSA no sobrepasó sus propios límites legales.
La noticia tuvo dos efectos entre las organizaciones de derechos civiles. Por una parte se admitía la existencia de la red, pero por otra se minimizaba la gravedad de sus actos. En suma, el monstruo existía pero era inocuo.
La primicia la tuvo la publicación Wired. Wired contactó a la NSA. Y la NSA nuevamente se negó a hacer comentarios.
Al día siguiente, nuevos e inquietantes rumores invadieron el Parlamento europeo: Richelson habría actuado por cuenta de la inteligencia estadounidense, con el propósito de despistar las investigaciones.
En estos días, la agencia de noticias italiana ANSA dijo tener en su poder una copia del nuevo informe que STOA presentará al Parlamento europeo. Según la ANSA, no sólo Echelon existe de verdad: todas las comunicaciones internacionales pueden ser interceptadas: télex, teléfono, fax, Internet, comunicaciones militares, mensajes diplomáticos encriptados. 
Siguen sumándose acusaciones: el Sunday Telegraph reveló que Echelon también hace espionaje comercial para favorecer a las empresas estadounidenses en las transacciones internacionales, en detrimento de competidores europeos.
Por su parte La Repubblica dice que según Wayne Madsen, ex agente de la NSA, los Estados Unidos habrían utilizado los puestos de escucha australianos para permitir al gigante de las comunicaciones estadounidense AT&T adjudicarse el 50% de una concesión en Indonesia.
A las acusaciones de espionaje comercial se suman las protestas de las organizaciones de defensa de los derechos civiles. La poderosa organización estadounidense ACLU (American Civil Liberties Union), junto a la Electronic Privacy Information y la británica Omega Foundation, crearon Watch Echelon en noviembre de 1999. Desde su sitio en Internet insta a los ciudadanos a participar activamente: íPóngase en acción! íExija a los miembros del Congreso que investiguen a Echelon!. Y facilita un formulario listo para ser llenado y enviado inmediatamente. Ahora sólo hay que esperar dos días. El nuevo informe STOA será examinado por el Parlamento europeo el martes 22. Y todo parece indicar que habrá novedades decisivas sobre esta novela de espionaje global que sería divertida... sólo en el caso de que no fuera real. 
http://old.clarin.com/suplementos/zona/2000/02/20/i-00901e.htm
*La noticia fue primicia del diario Clarín en los diarios de lengua castellana y me hizo ganar esta versión mejorada del Premio Pulitzer:







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