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domingo, 6 de mayo de 2012

Una pequeña valija declarará en Tribunales

1
El año pasado en Marienbad.
Esperando que haga efecto el clonazepam y se lleven el porta-sobras.
Escucho nuevamente a Zubin Mehta. Música de Wolfgang Amadeus Mozart.
Las turbulencias que anunciaban ni se vieron.
Ya estamos sobre el Sahara.
Hemos recorrido 1.524 miserables kilómetros y la cena terminó.
Me pregunto cuándo apagarán la luz y podré dormir.
Viajo en el asiento 28 H, pasillo interior.
El asiento de al lado tiene una barrera imposible de franquear: 
un gran cubo metálico debajo del asiento de adelante hace que el pasajero que se sienta a mi izquierda no pueda poner las piernas en absolutamente ningún lado.
Total el vuelo dura 14 horas y habrá tiempo para rehacer el tetris.
No sé qué hora es.
Por el momento, cierro los ojos y decreto que es hora de dormir.


2
Faltan 8 horas y 14 minutos de viaje, informa una pantalla. 
Llegaremos a las 7:16 hora local.
Encontré mi celular argentino. Estaba en mi riñonera color vino. Y además, encendido.
Por fortuna el avión superó este inconveniente y vuela como un pájaro libre.
Obviamente no faltan los lamentos.
Una rubia quirúrgica, muy parecida a Pata Villanueva, me acusó de haberla despertado.
Justo a mí, que soy la pasajera más silenciosa y la que más duerme.
Su cómplice, flaquita y de pelo oscuro, estaba ofuscadísima porque puse mi equipaje de mano donde me lo indicó la hostess. Y sin haberle pedido permiso.
Las dos agregaron que desperté a un rabino.
¡Mentira! ¡Demagogia!
El rabino ya estaba bien despierto y le cedió su asiento temporalmente a mi equipaje de mano (color Tangerine Tango).
Allí acomodé con calma su modesto contenido: yo no llevo peluches ni coliseos de yeso ni esferitas con agua y nieve falsa.
Llevo ropa para cambiarme, medicinas, lo que compré en el dutyfree y no mucho más.
Gracias al amable rabino, conseguí la máscara del Zorro para proteger los ojos de las luces de navidad que encienden los pasajeros de Hilton Airlines.
Volví a mi asiento, no sin antes recurrir al arbitraje de la tripulación en el caso "Histéricas argento on board".
Al rato fui a mover las piernas, las vi otra vez y maldije mi suerte. Se encontraban cerca de la cabina de la tripulación, en busca de cerveza.
Me increparon de nuevo y cuando me cansé de reírme a escondidas, les dije a aquellas dos que mi paciencia tenía un límite.
Les advertí que en Ezeiza haría intervenir a la policía aeroportuaria (www.psa.gov.ar) y se fueron refunfuñando a sus asientos.
No movían el culo al caminar porque eran desculadas. Es decir, culo chato, sin asomos de raya.
El rabino, que hablaba en inglés y también andaba por ahí, recordó su spanish (que no era tan basic) y me dijo: "Que siga teniendo un hermoso viaje". Y así fue.


3
En mi bitácora estoy leyendo: "Le sugerí a un sobrecargo ir al Mercado de Liniers". ¿Por qué escribí tal cosa?
No veo un motivo claro: no bebí alcohol porque me hace subir los triglicéridos y las ganas de bailar.
Quizás estaba pensando en la comida del avión: pedí el menú Low Calories. Es el más sano, abundante, lo sirven primero y uno puede dormirse antes que nadie.
¡Ah, sí! Por eso hablé con el sobrecargo sobre el Mercado de Liniers. 
La histérica rubia pasó de nuevo por mi asiento y escuchó todo.
En este punto debo pensar que estaba enamorada de mí o del sobrecargo.
Me miró con el ojo menos estirado y le advertí: "Tenés algo en la cara".
"¿Qué cosa tengo?", me dijo, frunciendo la nariz como si oliera bosta.
"Cirugías estéticas. Y parecen ser varias. Atención que se notan. ¿Lo decimos también a la policía aeroportuaria?"
"¿Y por qué vamos a decirle esa mentira tuya?"
"Para saber si es mentira o evidencia. No olvides que hay un juicio en curso por mi equipaje de mano."
"No te pases de viva ni me tomes el pelo."
"Yo no te tomo el pelo: se te cayó una extensión y te la van a pisar los pasajeros que van al baño. Además el exceso de peróxido lo está convirtiendo en material para escoba."
"Loca, me saturaste. Vos no sabés con quién te metiste. Ahora mismo llamo a unos amigos."
"Nooo, dale, dejá ese celular que estamos en vuelo y nos vamos a hacer pelota. Ya está, pediré un nuevo asiento y me mando a mudar. Me voy, me voy. Me iría corriendo pero el miedo me paraliza. ¿Me das un empujón?

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